Hay unas cuevas al Norte de Navarra asociadas desde el origen de toda memoria a la brujería. Rincones dentro de la tierra del norte adonde se dice que no pudo llegar la Inquisición, porque donde hoy hay torrentes de agua en su día ese río era conocido por los habitantes de esa zona como La Regata del Infierno.
Quizá esas mujeres siempre supieron que siglos más tarde uno de los grupos de electrónica más vinculados con el misticismo, descargaría en esas cuevas sus instrumentos llenos de esa mezcla de folk y dance, de dubstep y folklore vasco.
Era 2013 y para cuando los Crystal Fighters fusionaron el ayer y el hoy en el límite en la frontera con Francia, ese aura llegó hasta la costa occidental de Australia. Llegó hasta uno de sus pueblos mas desconocidos.
Se llama Lexton, esta en el estado de Victoria y hasta finales de enero solo cuenta con 150 habitantes. A partir de esa fecha, el Rainbow Serpent Festival convierte este rincón perdido entre naturaleza y costa en una de las mayores raves del planeta.
Rainbow Serpent Fest: Cuando la naturaleza convoca a los amantes del ayer
Fue lo desconocido, lo salvaje en cierto modo, lo primitivo, lo que llevó en el 69 a miles de hipsters estadounidenses hasta la campa de una cita que fue música y en cierto modo, lo fue todo.
Woodstock fue descubrimiento, psicodelia, fue traspase de las fronteras del control humano, fue apelar al origen de la música, de la vida entendida como algo orgánico, sin añadidos materialistas.
Fue reivindicación, política y social. Gritos que desde 1997 se repiten en una cita australiana cada vez más diversificada hacia todo lo que tenga que ver con un estilo de vida en comunión con la naturaleza.
Sí, en este blog nos gusta convocar. Anunciarte citas previas a que explote la música. Pero este año lo hacemos con una cuenta atrás. Con los días restantes hasta enero de 2017, cuando las llamadas a proteger el planeta llenen de performances y luz esta tierra aborigen. Cuando una de las piscinas del enorme espacio que ocupa el festival se llene de notas que apelan a la nostalgia del ayer, a esas series con las que crecimos, al walkman con el que quemamos nuestros casetes.
20 aniversario de música convertida en estilo de vida
Porque en una cita marcada por el reloj imparable de la naturaleza, lo que queremos con estas líneas no es otra cosa que compartir contigo uno de nuestros descubrimientos del año.
Porque hay eventos con una esencia tan pura que brillan por sí solos. Entre otras cosas porque en un mismo lugar, se cruzan la ética, la concienciación por las cosas bien hechas y el disfrute a través de todos los sentidos inimaginables. Es, ante todo, un increíble branding: mente y pasión. Emoción y tomar parte en algo que crece.
Es Australia: un encuentro con el origen del origen. Con la cultura más longeva del planeta expresada en sus aborígenes. Y esta huella es lo que hace inmenso al Rainbow Fest. Porque mientras cada uno de sus rincones no deja de sonar, las historias contadas de generación en generación de estos habitantes se expanden por la arena de esta cita forma de Kup Murri (su gastronomía) y de las celebraciones propias del Dja Dja Wurrung (su fiesta más sagrada).
Rainbow Fest: Cuando la electrónica es solo la base
Hace tiempo que vemos a los más pequeños entrar a festivales con sus padres en la sesión de tarde. En Madrid contamos con un movimiento propio liderado por Radio 3, que ha conseguido que los menores de 16 no solo puedan disfrutar de la misma música que sus padres, sino también subirse al escenario a mostrar lo que saben.
Es un talento necesario en toda fecha musical y que el Rainbow Fest ha sabido aprovechar convirtiéndolo en cultura para todos. Nuestro evento australiano es estilo de vida, espacios donde la conexión se respira y transmite a través de cada poro.
Es campo de experimento y siembra para talentos y sus cazas, para ese arte fuera de los círculos comerciales que tanta atención merece y que tan poca justicia experimenta.
Pero sobre todo, este arcoiris que lleva casi 20 años conectando ambos extremos del mundo es esa inspiración que ha movido subido el fader de tantos loops que han sonado en la costa mediterránea y que, a diferencia de estos, son solo una parte de la cadena creativa.
Como si cada stage fuera simplemente una parte de la naturaleza. Como si todo este escenario fuera creación de esas brujas que hace tantos siglos se propusieron hechizar al mundo con mucho más que palabras
The Food Tracks 